Eliminar el cuerpo de cultura es también una decisión editorial

Texto escrito por: Vanessa Vargas

El pasado 15 de abril el Diario El Universal “ajustó” su edición en papel, confinando el cuerpo de cultura a una sección compartida con las notas de entretenimiento, clasificados y obituarios. Esto, en la segunda -y última- parte de un periódico que hoy ya solo tiene dos cuerpos. El diario El Nacional hace algunos años ya había hecho lo propio: en “Escenas” se combina arte con espectáculo en un solo apartado. A la fecha, El Universal eliminó por completo la información cultural, mientras que El Nacional se mantiene con un solo cuerpo, dedicando una página a las notas sobre arte. La ausencia del contenido cultural que ha venido manifestándose paulatinamente casi desde hace una década, al menos en la gran prensa, responde, según los propios voceros de estos medios, a la falta de papel y a las fuertes normas de control cambiario que determinan la economía venezolana de los tiempos que corren. Sin embargo, la salida y reducción de los cuerpos de cultura de sendos periódicos también son decisiones editoriales so pena de la falta de papel. Esta medida termina transformando no sólo las condiciones de producción, difusión y recepción del contenido cultural que ocurre en Venezuela, sino que modifica la manera en la que se piensa y se escribe sobre arte, desplazando el lugar de la reseña, la crítica y la investigación cultural de largo aliento, y traslada las manifestaciones artísticas fuera del ecosistema de los propios individuos.

La progresiva reducción de las páginas de cultura de los diarios nacionales es de viejo cuño. Al día de hoy, el contenido cultural de los periódicos aparece como una asociación desarticulada de información en desmedro de una ocasión para el diálogo, confrontación y discusión de temas y problemas pertinentes al periodismo cultural especializado. Las investigaciones realizadas por la periodista Moraima Guanipa, especialmente para el Congreso de Investigadores de la Comunicación en Barquisimeto en 2013, dan cuenta del tránsito que ha sufrido la agenda informática, de cultura a espectáculo, sin el debido tratamiento periodístico y conceptual que esto significa.

“Para el caso de la prensa venezolana, resulta sintomático el hecho de que a lo largo de la última década las páginas y secciones culturales vivieron un acelerado proceso de modificaciones tanto en sus contenidos como en sus denominaciones. Como ejemplo, valga mencionar el caso del diario El Universal, que hasta el año 1998 identificaba como “Cultura” las páginas de uno de sus cuerpos dedicados a estos temas, para pasar ese mismo año y hasta 2000 a llamarse “Cultura y espectáculos”. Desde 2000 hasta 2007 se conoció como “Tiempo Libre” y desde ese año hasta el presente simplemente como “Espectáculos”. (1)

Actualmente este cuerpo ha sido obliterado completamente del periódico.

A propósito de esta articulación entre cultura y espectáculo, Guy Debord escribía, a mediados de los años 60 del siglo pasado.

“El espectáculo es por definición inmune a la actividad humana. Es lo opuesto al diálogo (…) es el sol que nunca se pone en el imperio de la pasividad moderna”. (2)

El espectáculo como modelo de representación supone la desaparición de la idea de sujeto, para convertirse en espectador, en superficie dispuesta para la pura afectación: en el espectáculo lo importante es la emisión; no la recepción o la comunicación. Aquí se sostiene la diferencia tajante entre arte y espectáculo y por qué no pueden unirse en una misma sección, cuerpo o categoría. Sin desmerecer ninguna manifestación cultural, en términos de intercambio simbólico no es lo mismo asistir a un concierto de DJ Tiesto, a una exposición sobre La Reticulárea de Gego.

Así las cosas, hoy el contenido cultural se enfrenta no sólo a un ecosistema mediático impreso que le da la espalda, dominado por la impronta de lasociedad del espectáculo, en la que prevalecen los eventos de masas, sino también a la crisis de abastecimiento de papel manifiesta en la reducción y eliminación de las páginas culturales y a la precaria calidad de las informaciones publicadas. Los géneros periodísticos como la crítica, el reportaje y la investigación de largo aliento han terminado por, prácticamente, desaparecer en pos de la inmediatez del clic-en-el-post. A lo anterior se suma la polarización de los medios de comunicación: medios impresos oficialistas y opositores han hecho, de la información cultural, trincheras. Desde 2002, después de los sucesos de la “huelga petrolera y el sucesivo paro nacional,” el enfoque ideológico y político del gobierno venezolano sufrió un revés: este giro de timón se observó en el cambio de algunas de las visiones en la orientación y objetivos de las diversas políticas gubernamentales, incluidas las culturales.

Según Bermúdez y Sánchez (2009) Particularmente en el área cultural, este cambio se manifestó tanto en la concepción ideológica que sustenta la idea de cultura como en las estrategias de las políticas, incluso en las posiciones y conceptos encontrados en el plan de cultura. (3)

Como consecuencia, el número de impresos producidos por el Estado se incrementó, así como las emisoras de radio y televisión, además de la creación de la Villa del Cine y El Centro Nacional de Disco, al tiempo que los medios privados disminuyeron en cantidad. Lo anterior supuso la consolidación de un apartheid para la información cultural de ambos sectores, que terminó observándose en las salas y teatros de la capital, también geográficamente sujetos al mismo separatismo.

Si bien esto supone un reto para la cultura en Venezuela, el mayor desafío está en la decisión editorial de la eliminación, supresión o reducción al mínimo del contenido cultural de la agenda de medios impresos, con la excusa de las adversidades ya expuestas. Estocada final -o, cuando menos, desplante-. Se censura al arte como lugar de comunicación, crítica, diálogo, espacio para la mirada del otro y de la mirada a sí mismo, de la diversidad, de la contracultura, del análisis del hombre social, de la imaginación. Las páginas de cultura no sólo sirven para llenar la agenda de un periódico, sino para producir cultura, para pensar y consumir cultura, para articular la sociedad, fortalecer la discusión y el debate desde el lugar del hecho estético. El periodismo cultural apuntala las nociones de identidad y equidad, pero también pone de manifiesto la diferencia y la pluraridad, tan importante -y tan aparentemente escasa- en estos tiempos. En este sentido, cuando la cultura tiene la suerte de asomarse en los diarios venezolanos, lo hace con pena.

“desde la puerta de atrás: como fuente de noticias de interés secundario, del mismo tipo que los espectáculos, bodas, viajes, salud, gastronomía. Lo cual resulta una negación de la cultura; una perspectiva que distorsiona la realidad, ignora lo esencial, prefiere las tonterías y convierte en noticia lo que poco o nada tiene que ver con la cultura, como los actos sociales que organizan los departamentos de relaciones pública”. (4)

Esto es es una decisión editorial. Es una posición definitiva que termina considerando a la cultura como el lastre del cual uno se puede deshacer cuando el barco está haciendo agua. Es llevar al lector poco a poco al estado del hombre unidimensional que Marcuse advirtió hace más de 50 años.

Al contrario de lo que sucede en los medios impresos, donde las páginas de cultura están alejando cada vez más a sus lectores, los artistas han expandido sus fronteras progresivamente, intentando comprometer aún más a su audiencia/público en un ambiente más plural, entendiendo que el arte -en especial la cultura visual- ya no se rige de acuerdo a los cánones de cierta estética tradicional. El público es una plataforma para las ideas: es intercambio. El arte es en este momento el lugar clave para la participación, la comunicación y la creación de identidad colectiva. Sin embargo, la dimensión social de la participación en el arte no es un término recién acuñado: con la explosión de las tecnologías de la comunicación en los 60′s ya se había transformado la noción emisor-receptor para siempre. Incluso antes Walter Benjamin había hecho lo propio, investigado la noción de experiencia en el arte técnicamente reproducible, y Brecht había ya invitado al espectador a tomar posiciones políticas como espectador partícipe de la experiencia teatral. El espectador no es, desde hace tiempo, un ente pasivo que desea ser activado. La audiencia es intérprete, porque es capaz no sólo de traducir sus propias experiencias, sino formar parte de ellas. La investigación cultural sigue pensando y explorando sobre la idea de lo colectivo, y en las múltiples capas que la constituyen (por ejemplo el trabajo colaborativo). La obra de arte -en cierto sentido- no existe por sí sola, y por ello el espectador/público/audiencia/lector/participante juega el rol de un elemento de expresión visual capital. Tanto como el ritmo o la composición. Esto, en cierta medida, implica dar al traste con la ideología -que algunos autores identifican como capitalista o burguesa- en la que se le adjudica la mayor importancia a la noción de autor, o a la del mismo objeto estético. En este sentido, cierta camada de artistas contemporáneos entiende que las manifestaciones culturales no pueden ser más la voz de una sola persona: no es tanto un problema sobre la manera en la que se concibe el rol del autor, sino de cómo abordar un discurso que se construye en colectivo. Es el resultado de la multiplicidad de enfoques.

Hoy el pensamiento referido a la cultura visual y las artes performáticas se cuestiona el lugar del arte en categorías epistemológicas y sociales en términos de producción, circulación e interpretación. Douglas Dunn, investigador de vieja data y miembro de la compañía de Merce Cunningham, explicó en el marco de un simposio sobre danza en el PS1 de New York el pasado mes de abril que la danza es en este momento una conversación entre audiencia y artista,

“el hecho de buscar más público no es más una buena idea; es necesario activar nuevas formas y articulaciones que relacionen la representación con la participación”.

Por eso no es aleatoria la importancia de las páginas de cultura en nuestra prensa de todos los días. Por eso es delicado que ya no estén cuando abrimos el periódico. El arte es un ejercicio que forma parte natural de la praxishumana.El periodismo especializado tiene retos y desafíos palpables: en primer lugar, necesita tomar posición del lado de sus lectores, articular y comprometer a la audiencia en el ejercicio de la participación en el arte, mejorando la cantidad y la calidad de sus contenidos, acompañando a los artistas en la producción cultural. Hacerlo es también una decisión editorial.

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1. VVAA, Calderón, C y Calderín, M (coord) (2011) Avances de la investigación de la comunicación en Venezuela. Investigadores Venezolanos de la Comunicación (Invecom), Caracas, p. 12 en http://goo.gl/7Ip5Yb
2. Guy Debord Society of spectacle (1967) citado por Claire Bishop enParticipation, p. 12.
3. BERMUDEZ, Emilia y SANCHEZ, Natalia. Política, cultura, políticas culturales y consumo cultural en Venezuela. Espacio Abierto [online]. 2009,vol.18, n.3 [citado 2014-05-14], pp. 541-578 . Disponible en: http://goo.gl/zLSBek
4. VVAA, Calderón, C y Calderín, M (coord) (2011) Avances de la investigación de la comunicación en Venezuela. Investigadores Venezolanos de la Comunicación (Invecom), Caracas, p13 en http://goo.gl/7Ip5Yb

Artículo publicado el 16 de mayo del 2014 en: http://vanessavargas.me/

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