Texto: Luis Villasmil.
El consagrado coreógrafo venezolano, Rafael González, nos presenta su nuevo trabajo en el que una vez más eleva el oficio de la danza al estatus de obra plástica en movimiento. En su lenguaje hace visible a la realidad contemporánea de la danza, los conceptos y principios filosóficos que la definen en el mundo del arte abstracto. Su más reciente pieza se denomina 3PuntosLinealesPlanos, una imagen dialéctica y paragrafónica que este creador descompone en un tema que luego amplifica al nivel de propuesta escénica discursiva.
Desde la entrada a la sala el espectador es parte de una ruptura importante con la dramaturgia clásica de una obra «efímera», así califica este creador a la obra de danza. Éste particular enfoque le permite cuestionar el ritmo de una manera contemporánea impecable, en el espacio que construye Rafael González, con la asistencia técnica de Esmeiro Herrera (Bobure), se manifiesta la generación fantástica de un lugar mutable, donde la mano del creador es una presencia omnipresente.
3PuntosLinealesPlanos es una pieza creada e interpretadapara tres bailarines: Pedro Alcalá, Rafael Nieves y Luis Villasmil. Los puntos, las líneas y los planos son en una sensación extrema, la traducción de una expresión depurada, de una idea proveniente de esos lugares que alusiona González.
Debe tomarse en cuenta la procedencia del creador de esta obra, las artes plásticas, el teatro y la danza. Según cuenta el historiador Carlos Paolillo, la primera vez que lo vio a los 17 años, se batía en el escenario haciendo de niño mimado ante el actor Luis Fernández, quien hacía de su padre. Rafael González fue formado y educado por los maestros precursores de la danza venezolana Griska Holguin y José Ledezma, es poseedor de una experiencia y un conocimiento legítimo que le otorga haber dedicado su vida a la danza, un valor que pocos en el medio dentro y fuera de la escena logran entender.
Para un bailarín comunicar el discurso de un coreógrafo es ser parte de un acto de composición de la naturaleza humana. Interpretar danza contemporánea es poseer una concesión divina de los dioses, una experiencia enriquecedora para el ser que no debe prestarse en vano. Los bailarines son conductores en carne propia de las energías de un ente vivo recién creado que está destinado a morir, una noble misión que cumplen ofreciendo sus cuerpos y a la que deben dar el justo valor, «un gran don trae consigo una gran responsabilidad», le dijo su abuelo a Spider-man.
La danza contemporánea es un acto creativo del público asistente al mismo tiempo que del director, el coreógrafo, los bailarines y los técnicos; ante su manifestación los presentes intercambian de manera consciente ideas sobre el conocimiento de la humanidad. Se es interlocutor en una conversación sobre leyes físicas, su expresión en la naturaleza y en la historia de la humanidad a través de imágenes y percepciones.
Poseedor de una amplia experiencia sobre las tablas, González, como formador de bailarines y como bailarín, ha depurado de sus conocimientos de manera integral lo que le permite comunicar a un intérprete cómo utilizar su inteligencia, su memoria corporal y todos sus recursos para recrear la danza.
El coreógrafo propone una teoría sobre el movimiento desarrollada bajo una mezcla alucinante de espacios articulares intrincados por pequeñas piezas, engrana una estructura vital que va más allá de la historia dramática que comunica el cuerpo humano. Ser dirigido por él es asistir a una clase magistral de cómo hacer pan caliente…
La invitación que nos hace, es a un viaje por una manera muy particular de moverse, donde la técnica de danza es permeada para generar espacios alternos por donde guiar al ente físico a través de cambios tiempo-espaciales, un evento científico contemporáneo donde los impulsos invitan al espectador a ser parte de una experiencia ritualista, una a través de la cual podemos vislumbrar la paradoja que significa un futuro presente, hecho posible sólo como una creación humana.
Presenciar una obra de Rafael González es recordar principios físicos y filosóficos del movimiento que comparte la danza con la vida misma en el aquí y ahora.